Ayer, el gobierno de Zapatero lanzo a su Guardia Civil con abundante material antidisturbios contra cientos de personas que acudieron pacíficamente a la Basilica del Valle de los Caidos a rendir homenaje a las figuras históricas de Francisco Franco y de Jose Antonio Primo de Rivera. Los miembros de la Benemérita registraban a la entrada del recinto los vehículos y secuestraban las banderas nacionales y de Falange que portaban los asistentes a la misa del 20-N. La imagen de los antididisturbios empujando a mujeres, ancianos y niños para amedrentarlos no es desde luego un gesto del talante democrático que dice tener Zapatero, sin embargo homenajear y abrazarse al genocida de Paracuellos, Santiago Carrillo, le parece un gesto tolerante. El presidente del gobierno de España, es decir de todos los españoles, José Luis Rodriguez Zapatero, ha decido reabrir heridos cerradas del pasado de nuestra Guerra Civil, provocar la crispación en un momento presente incierto y fomentar peligrosamente el odio entre los españoles para el futuro. Volver a los turbulentos tiempos de la Transición no creo que sea buena idea, querer cambiar la verdad de la historia con la fuerza de los antidisturbios y robar la libertad de expresión como valor fundamental del Estado de Derecho, que reconoce la Constitución Española, es poner en peligro la estabilidad y el consenso que se había pactado en España.
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