No es casualidad que hace unos meses el Parlamento Europeo rechazara la directiva que proponía aprobar la jornada semanal de 65 horas, en principio, ya era muy preocupante que se pudiera llegar a debatir y votar una resolución de tal calibre. Ahora, empiezo a comprender con cierto temor fundado, que aquel movimiento de las 65 famosas horas, era un globo sonda lanzado por el capitalismo más radical para ver la respuesta social de los trabajadores y las clases medias, ante un acoso de estas dimensiones. En estos inciertos y turbulentos meses de la crisis financiera e inmobiliaria que estamos soportando, se escuchan voces de la derecha liberal encaminadas a lo que ellos llaman flexibilidad del mercado laboral y a la reforma de las pensiones como recetas mágicas del liberalismo. Es decir, el abaratamiento del despido, los nuevos contratos de trabajo a la carta, el aumento del tiempo de cotización para generar los derechos de las pensiones y la reducción de la protección social de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. El plato final de esta crisis será una jornada laboral de 48 horas semanales y el retroceso de varias décadas en el calendario de las conquistas sociales. Tenemos que analizar y reflexionar quien provoca la crisis y a quien beneficia, es fácil llegar a la conclusión, el gran capital. Todo esto, parece formar parte de una estrategia diseñada para cumplir sus objetivos por plazos e implantar un nuevo modelo económico en el mundo occidental. El Sistema sabe perfectamente que ante la angustia de perder nuestra vivienda o ante la posibilidad de recuperar el empleo y poder dar de comer a nuestros hijos, somos capaces de ceder hasta limites irracionales, asumiendo condiciones financieras y laborales de autentica usura y explotación. Tal vez, con esta crisis lleguemos a una encrucijada histórica en la que las clases medias y los trabajadores, tengamos que decidir entre vivir un día como un león o vivir cien años como un cordero.
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